Me dije a mí mismo: «Mientras esté ante gente malvada vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca».
(Salmo 39:1)
Un cristiano debe tener cuidado con sus palabras. La Biblia habla de la importancia de esto en Proverbios 18:21: "En la lengua hay poder de vida y muerte". La boca puede ser un instrumento de Dios para bendecir a las personas y proclamar el evangelio de salvación. Pero si no filtramos las palabras que salen de nuestra boca, podemos dar voz al diablo, propagando arrogancia e intriga.
La boca es la válvula de escape de nuestros corazones. Si estamos llenos del Espíritu, nuestra boca refleja aquello de lo que estamos llenos. Aun cuando seamos el blanco de mentiras y de difamaciones, si estamos llenos del Espíritu nuestra boca no responderá con ira. El dominio propio y la mansedumbre forman parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23). Cuanto más llena esté nuestra vida del Espíritu Santo más controlaremos nuestras palabras.
El resultado de una boca llena del amor de Dios es el buen testimonio. Hasta los impíos reconocen cuando un hombre o una mujer de Dios tiene una buena conducta y modera sus palabras. A través de este testimonio permanente en nuestras vidas, podemos alcanzar a las personas que necesitan de Jesús.
Controlando las palabras
¡Contrólate! Evita responder a cualquier provocación. Intenta discernir el espíritu que está detrás de las palabras.
Medita sobre la vida de Jesús. Él decía las palabras correctas en el momento apropiado. Imítalo.
Considérate un embajador de Cristo en la tierra. Que tus palabras sean siempre concordantes con lo que crees.
Para orar:
Señor Jesús, quiero aprender más de ti. Tus palabras me alimentan y me enseñan a ser una mejor persona. Usa mi boca como un instrumento en tus manos. En el nombre de Jesús, amén.